Ecologismo
o crisis
( extraido del congreso confederal y las secretarias de Ecologistas en Accion)
No cabe ninguna duda de que
vivimos una aguda crisis económica. Tampoco está en cuestión que nos
encontramos en una profunda crisis ambiental.
Cuando hablamos de crisis
ambiental nos referimos a la reducción de la cantidad y calidad del agua
potable disponible, la pérdida de las semillas que garantizan nuestra seguridad
alimentaria, la degradación de la calidad del aire de nuestras ciudades, la
cimentación de muchos de los suelos más fértiles o su erosión, la incapacidad
de gestionar nuestros residuos sin contaminar suelo, agua y aire... Pero,
probablemente, las tres caras de esta crisis ambiental más impactantes para el
ser humano sean la pérdida masiva de biodiversidad, el cambio climático y el
pico de los combustibles fósiles.
Tras la pérdida masiva de
biodiversidad se esconde la degradación de las funciones ecosistémicas de las
que el ser humano se aprovecha de forma gratuita. Hablamos de la depuración de
las aguas, de la estabilización del clima, de los recursos pesqueros, de la fertilización
del suelo o de la producción de múltiples medicamentos.
Detrás del cambio climático está
la pérdida de zonas costeras por el aumento del nivel del mar, las dificultades
crecientes de acceso a agua potable, la disminución de la productividad de
muchas cosechas o la aparición más frecuente de fenómenos meteorológicos
extremos (olas de frío o calor, huracanes, etc).
El pico de los combustibles
fósiles es el momento en el que estos se hacen cada vez más caros en el mercado
por quedar solo aquellos de peor calidad (los pesados), más difíciles de
extraer (aguas ultraprofundas, fractura hidráulica, arenas bituminosas) y en
menor cantidad como consecuencia de haber atravesado su pico máximo de
extracción. El pico del petróleo lo estamos atravesando ya y, a continuación,
vendrán el del gas y el del carbón. Y hablar de combustibles caros, muy caros,
es hablar de tremendos impactos sociales y económicos.
En resumen, ya no estamos en
un “mundo vacío” con muchos recursos por explotar y sumideros (basureros) para
nuestros desechos. Ahora, por primera vez en la historia de la humanidad,
estamos en un “mundo lleno” o, mejor, dicho, “saturado” donde la clave no es la
abundancia sino la escasez.
La crisis económica en la que
nos encontramos se está intentando saldar con “recetas de austeridad”
basadas en fuertes recortes sociales que están empobreciendo a amplias capas de
la sociedad y privando de derechos conseguidos con muchas luchas sociales.
Significan, en definitiva, una mayor explotación de las personas y la
naturaleza para devolver una deuda al 1% más enriquecido del planeta. Una deuda
que, para más inri, no es nuestra.
También están sobre la mesa
“recetas de crecimiento” que persiguen aumentar el consumo para, con ello,
reactivar la economía. Estas son las recetas sobre las que también asientan las
tremendas desigualdades planetarias: consumismo para una minoría a costa del
trabajo mal pagado de una mayoría de la población mundial.
Sin embargo ambas recetas son
recetas del pasado. Son recetas que podían tener algún sentido, aunque fuese
macabro, cuando el mundo estaba “vacío”. Ahora ya no tienen ninguna validez
y, cuanto más tarde consigamos que dejen de aplicarse, peor será.
No tiene sentido apostar por
devolver una deuda que es impagable con los recursos naturales existentes en el
planeta, pues las burbujas financieras son mucho más grandes. No tiene sentido
porque, simplemente, su devolución socavará, está socavando ya, los recursos
que nos quedan sin poder siquiera enjugarla.
Es irresponsable poner todas las
esperanzas en que el crecimiento económico permitirá crear nueva riqueza ya que
no van a volver años de crecimiento continuado. Conforme se reactive la
economía, el precio del petróleo se encarecerá en los mercados internacionales
y hablar del precio del petróleo es hablar del precio de todas las cosas.
Nuestro mundo globalizado y financiarizado solo puede funcionar con energía
barata y abundante, dos aspectos que no van a volver.
Por lo tanto decimos que “ecologismo
o crisis”. Esta no es una crisis que podamos resolver como las del pasado ni
con miradas parciales. Estamos en un momento histórico radicalmente distinto a
todos los precedentes. Necesitamos resolver de una vez todo el problema:
conseguir justicia social garantizando, al menos, la satisfacción universal de
las necesidades humanas mediante un nuevo sistema económico que no explote el
planeta sino que esté en paz con él.
Esta nueva economía ecológica
y solidaria no hay que inventarla pues ya está en funcionamiento:
·
Es la que se articula con monedas sociales que
permiten el comercio a millones de personas en todo el mundo sin generar deudas
que obliguen a crecer continuamente.
·
Es la que reparte el trabajo socialmente
necesario (también el de cuidados) mediante medidas como la reducción de las
jornadas laborales.
·
Es la que crea instituciones financieras que
solo prestan si hay criterios ambientales y sociales.
·
Es la que comprende que el transporte público,
el reciclaje, las energías renovables, la agricultura ecológica, necesitan más
personas trabajando que la industria del automóvil, las incineradoras y
vertederos, las energías sucias y el agronegocio.
·
Es la que apuesta por la gestión colectiva y
democrática de los sectores más importantes de la economía: energía, finanzas,
agua...
·
Es la que pone en contacto directo a quienes
producen en agroecológico o pescan artesanalmente, y quienes quieren consumir a
un precio justo para ambas partes de la cadena. Todo ello mediante un comercio
de cercanía.
·
Es la que sabe que apostar por la perdurabilidad
es lo único que tiene sentido en un planeta exhausto: “reusar y reparar” frente
a “usar y tirar”.
·
Es la que pone los recursos colectivos al
servicio de la reconversión socioambiental, no de los banqueros.
·
Es la que entiende que hay que repartir la
riqueza gravando más a quien más tiene e imponiendo rentas básicas y rentas
máximas.
·
En definitiva, es la que se compone de todos
esos momentos de tu vida en la que no buscaste el “máximo beneficio individual”
sino la “satisfacción de las necesidades colectivas”.
Estamos hablando de la
economía que bulle entre quienes se organizan democráticamente para retomar el
poder sobre sus vidas y no solo quieren legar un planeta sano al futuro, sino
disfrutarlo en el presente.
Comentarios
Publicar un comentario