SOMOS LEVEDAD
SOMOS LEVEDAD
Las cosas no marchan, ni por asomo, por el camino que deberían. Ni por
muchas cumbres que se celebren ,ni por muchos acuerdos ,muy poco
ambiciosos, que se firmen. Muchos de los procesos químicos y físicos que intervienen
sobre el clima, y que garantizan que nada volverá a ser como antes, ya son
irreversibles. Esto significa que lo que deberíamos estar haciendo es comenzar
a aprender a vivir de otra forma radicalmente opuesta a la que conocemos.
Renunciando al estúpido ecocidio de la acumulación, a la estupidez de la
inmediatez y la prisa, y al egocentrismo antropoide capaz ignorar nuestra
absoluta ecodependencia y nuestra vulnerabilidad frente a la ira desatada
de Gaia que amenaza con desprenderse de nosotras para seguir su camino. Quiero
imaginar que a estas alturas quienes han visto como en los últimos meses sus
pertenencias flotaban en el agua, sus campos se inundaban y perdían el esfuerzo
acumulativo de tantos años de trabajo comprenderán ahora lo difícil, imposible,
que resulta escapar de las consecuencias del cambio climático, por más que no
te sientas responsable o por más que no termines de entenderlo,por la escasa
información veraz que se nos ofrece. Es hora ya de dejar de engañarnos y
engañarse.
Durante los últimos años, en los que los avances sobre la
investigación del cambio climático han puesto de relieve la auténtica situación
de emergencia climática, a muchas de nosotras que preconizábamos el colapso
ecosistémico y por ende el económico, (o el económico y climático mezclados en
la misma batidora, da igual porque ambos están casi sincronizados), se nos
acusó de alarmistas y catastrofistas e incluso se pretendió silenciar nuestro
discurso y no solo por no alarmar. Sin embargo esta, de verdad, hubiera sido la
necesidad principal; alarmar a la población del verdadero riesgo; el fin de la
civilización capitalista-acumulativa-industrial que sucumbirá arrasándolo todo
para intentar salvarse de lo inevitable, la finitud de todos los recursos, el
abrupto cambio del clima y la sexta extinción masiva iniciada ya. Y porque no,
el fin de nuestra especie
La extinción ya se la hemos garantizado a una inmensa mayoría de
especies que durante cientos de miles de años convivieron con nosotras y
permitieron que llegásemos hasta donde estamos hoy. Como digo, cientos de miles
de especies han sucumbido a nuestro afán de crecimiento continuo: riqueza para
unos pocos, miseria para muchos y migajas de seudo- bienestar para el resto de
la civilización globalizada y occidentalizada .Pero ahora la situación es muy
diferente; el rápido y progresivo cambio en la temperatura media del planeta,
que provoca la alteración de los mecanismos del clima que se retroalimentan de
manera muy negativa potenciando aún más su poder destructor, pronostican que
serán muy pocas las especies capaces de adaptarse a esta hecatombe
ecosistémica. Y si seguimos pensando, como hasta ahora, que podremos prescindir
de ellas estamos absolutamente equivocadas.
Ya se ha descrito antes; avanzamos rápidamente, acelerando ,hacia el abismo
ignorando todas las señales de advertencia Deberíamos de frenar de golpe, y
agarrarnos fuerte a cualquier asidero para intentar que la colisión sea lo
menos dañina y la rehabilitación, aun con importantes secuelas, factible. Esto pasa
necesariamente por dejar de consumir seudo-satisfactores[1] y desacelerar de manera
drástica nuestro ritmo vital que nos ha obligado hasta el momento a permanecer
“despiertas” mientras seguíamos consumiendo.
Porque la Cumbre sobre el Clima, y ya son 25 las celebradas, terminara esta
semana y toda esta pila de analfabetos ecológicos, periodistas y políticos, que
se han subido al carro de la lucha contra el cambio climático, volverán a ser
los mismos que lo han estado fomentando, trabajando al servicio de las grandes
corporaciones que garantizan sus irrenunciables modus vivendi
Si ,es evidente que si dejamos de consumir pseudo-necesidades se
producirá una quiebra inmediata del sistema económico y esto asusta hasta a el
mas valiente, por las inmediatas consecuencias ,pero todavía estaremos a
tiempo de mantener alguna capacidad de resiliencia que nos permita
resurgir como una nueva civilización, justa y ecuánime con el resto de las
especies, e incluso con la nuestra. El seguir de brazos cruzados esperando que
quienes nos dirigen tomen las riendas con soluciones muy poco factibles que
pretenden asegurar el sistema, nos garantiza lo mismo pero sin ninguna
oportunidad de esa nueva civilización.
¿ Y, si para empezar nos desconectáramos, todas, de esa red que se creó
como estrategia de comunicación para hacer más efectiva la guerra y que se
llama Internet? Quizás una acción tan simple, pero con resultados
tan complejos sirviera para desencadenar todo el proceso, que como una fila de fichas
de domino cae consecutivamente ¿te lo imaginas? Esto no le cabe en la cabeza a
nadie y sin embargo hasta hace apenas unos pocos años todas podíamos vivir sin
el sin ningún problema y menos de comunicación ¿entonces? Pues esta claro, el
camino elegido es el de la devastación y la muerte. Devastación y muerte que
todavía aquí y ahora no sentimos de la misma manera que lo están sintiendo
millones de personas y especies en todo el Planeta.
Queda muy poco, porque si en la escala temporal nuestra presencia en la
Tierra ha sido solo un instante, el tiempo que nos queda para ver, con
desesperación, lo necios y estúpidos que hemos sido es tan solo una levedad. Si
somos levedad[2],
porque nos hemos empeñado en ello y ahora estamos a punto de
conseguirlo
SOMOS LEVEDAD
Cruzan nubes grises
por un cielo turbio y feroz.
Esta tarde espesa, acodado en este balcón,
fumo y me consumo,
enfrente el Arco Iris Club
Caminábamos y el calor de verano
empujaba nuestro asombro
contra las paredes llenas de grafitis.
Caminábamos y el fogón del verano
engullía nuestro asombro
por obstinarnos en lo imposible.
Como tú, camino por esta estrecha calle.
Como tú, necesito soles que giren para alumbrarme.
Que hagan brillar lo bueno que pueda haber en el alma.
Sonrío al viento porque en él
huelo el humo del incendio.
Porque se que la fe es creer
en algún dios aunque no existan.
O existir aunque ese dios
a veces no crea en ti.
En caminar, aunque hoy no brille tu estrella.
Como tú, camino por esta tierra que pronto será yerma.
Levedad. Somos levedad.
Levedad. Somos levedad.
Cruzan nubes grises,
trallazos que tapan tanta voz,
que beben mi tormento,
que me arrancan de este sopor.
Leo y me sosiego, abajo.
Abajo el Arco Iris Club.
Caminábamos y el calor de verano
empujaba nuestro asombro
contra las paredes llenas de graffitis.
Caminábamos y el fogón del verano
engullía nuestro asombro
por obstinarnos en lo imposible.
Nunca cesa la matraca de motores.
Noche y día pasan coches atronando
en su estela por la avenida abajo.
Abajo, paraguas de fantasmales luces.
Son los árboles grasientos de monóxido.
Y esa lluvia filtrada que no limpia la ciudad.
Abajo, en el portal, veteranos
de una vida de sinsabores
duermen asidos a la botella
como para no caerse cuesta abajo.
Cuesta abajo, caminábamos, aquel verano.
Levedad. Somos levedad.
Levedad. Somos levedad.
Levedad.
MANOLO GARCIA
por un cielo turbio y feroz.
Esta tarde espesa, acodado en este balcón,
fumo y me consumo,
enfrente el Arco Iris Club
Caminábamos y el calor de verano
empujaba nuestro asombro
contra las paredes llenas de grafitis.
Caminábamos y el fogón del verano
engullía nuestro asombro
por obstinarnos en lo imposible.
Como tú, camino por esta estrecha calle.
Como tú, necesito soles que giren para alumbrarme.
Que hagan brillar lo bueno que pueda haber en el alma.
Sonrío al viento porque en él
huelo el humo del incendio.
Porque se que la fe es creer
en algún dios aunque no existan.
O existir aunque ese dios
a veces no crea en ti.
En caminar, aunque hoy no brille tu estrella.
Como tú, camino por esta tierra que pronto será yerma.
Levedad. Somos levedad.
Levedad. Somos levedad.
Cruzan nubes grises,
trallazos que tapan tanta voz,
que beben mi tormento,
que me arrancan de este sopor.
Leo y me sosiego, abajo.
Abajo el Arco Iris Club.
Caminábamos y el calor de verano
empujaba nuestro asombro
contra las paredes llenas de graffitis.
Caminábamos y el fogón del verano
engullía nuestro asombro
por obstinarnos en lo imposible.
Nunca cesa la matraca de motores.
Noche y día pasan coches atronando
en su estela por la avenida abajo.
Abajo, paraguas de fantasmales luces.
Son los árboles grasientos de monóxido.
Y esa lluvia filtrada que no limpia la ciudad.
Abajo, en el portal, veteranos
de una vida de sinsabores
duermen asidos a la botella
como para no caerse cuesta abajo.
Cuesta abajo, caminábamos, aquel verano.
Levedad. Somos levedad.
Levedad. Somos levedad.
Levedad.
MANOLO GARCIA
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